Ha pasado tiempo

 Divagando...

Se termina otro año, otro ciclo más donde faltaron palabras. Todo tiene su tiempo, y a pesar de que el tiempo es inamovible, imperceptible para el humano, más allá de como éste transcurra el espacio...

Y hablando de espacio, pero no geográficamente, de una forma más retórica, una metáfora al ser que habitamos, que habito específicamente. He dejado huella alguna en el plano, en este suelo tan pagano. Es que, son los ideales que logramos transmitir una porción de entidad cósmica, una fábula de lo que creemos ser. 

No exaspero al mundo, pero entiendo que éste, no es un lugar que sienta la necesidad de tener un humano más al cual tolerarle las ideas de rebeldía, de consagrar esa imperiosa dinastía de equidad, con armonía y un sin fin de boludeces pacifistas, y hasta un poco más.

Hay sentimientos que florecen en la perpetua ida, ese camino sin destino que llamamos vida, sin sentido que podamos interpretar, sin un objetivo conciso que podamos lograr. Sentimientos de un augurio oscuro, de una "mala soledad". ¿Sabés qué es una mala soledad?...

Es... Esa idea fija de no encajar, ese vacío existencial que no logras explicar. Verte reunido en familia, pero con la vista allá, en el infinito, en el estúpido cuadro con el clavo doblado, o sentarte a charlar con un amigo y no poder escucharlo con atención, porque tu otro YO, te está gritando desde el hueco más profundo que tu alma halló para encerrarlo desde quién sabe cuando... 

Es una gran herencia

Suele acontecer, casi como un ritual espiritual, que los procesos que no se cierran en uno, se los dejemos transitar a los hijos, con el peso en sus bolsillos, con la soga en mano, sin saber para qué nos aferramos... Por eso es importante, que la fábula, la mentira de la gran vida que llevamos, sea un gran cuento. A veces, cuesta entender porqué las exigencias de un padre a determinada edad nos pesan y duelen hasta consumir la esencia de la poca juventud que una sociedad polarizada nos deja disfrutar. 

Esas exigencias suelen ser un reflejo desesperado, un llamado de auxilio, una muestra de lo cerca que estamos de decir alguna vez, como si fuera la última, adíos. Exigencias que se trasladan a algo muy especifico, el "no sufras lo mismo que yo", o "no repitas mis errores", en otras palabras. El entendimiento de todo ese proceso que un padre logra concebir de la peor manera para que aún, y con la desgracía encima uno tenga que decidir y asumir, si realmente estamos preparados para ciertas cosas, o si estás cosas son las que queremos por aspiración, meta, o un capricho lleno de indiferencia.

La madurez o la crisis de los 30

Supongo que no existe, que es un mito para excusarse de llegar a esta edad roto, desprolijo por donde te mires, creyendo que te acomodaste, que te consagraste... O peor aún, que no eres nadie. Ja.
¡Qué contradictorio!, y es que, sí, no es una faceta que se pueda establecer con un denominador común, igualar a todos bajo un mismo esquema de vida. Si existe, te va a pegar feo, y será solo tuyo, y si no también te va a pegar feo no saber en qué momento pasaste por alguna etapa de maduración tras la crisis final de tu ser.

Las crisis se tornan eternas, como el proceso de maduración, de hecho, muchos mueren sin haber madurado, y otros pocos siendo la fruta podrida del mercado. Y también, las crisis son momentos temporales situados en un espacio lleno de dificultades; no importa cuánto tiempo tengas para asumir tus conflictos, resolverlos o analizar probabilidades. Es el hecho, es el punto en el que estás parado físicamente lo que está obstaculizando tu crecimiento, progreso, tu efecto mariposa del bienestar personal.

El tiempo es infinito, es una línea que está allí, formando un sendero que tú transitas, que tú comulgas con los demás, que también van avanzando milimétricamente hasta conocer quién se detiene primero, dentro de una familia, de una comuna, de una sociedad que está compuesta por miles de seres, pero que todos son invisibles frente a los ojos de al menos, el 98% de las personas que la componen.

El detenerse será mayormente tu decisión, claro, hasta que un día el obstáculo ya no sea subjetivo, que pase a ser algo físico, que el recipiente que hoy porta un nombre y un par de latidos te diga que ya no, ya no más de locuras por hoy, ni por mañana...

Ha pasado tiempo desde la última vez que escribí, se han borrado textos que ya no me permitía sentir, y he olvidado cosas que sabía transcribir... Pero aquí estoy, sigo vivo. El cosmo simulando girar, mientras yo observo lo que he vivido. Sé que me están pidiendo que tome nuevos rumbos, solo que nadie me dijo si tenía que permanecer de pie, o buscar la salida de este mundo. ¿Tú qué crees?


Una vez más, divagando...
Por Alejandro Rodríguez.

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